
hubiese quedado circunscrito a la mística visión de un ser luminoso de pequeña estatura flotando sobre una encina, con un rostro de grandes ojos negros y boca pequeña, con una indumentaria inusual y una extraña bola transparente a la altura del pecho, posiblemente el caso de Fátima hubiese sido una de las muchas apariciones atribuidas a la Virgen que supuestamente han ocurrido a lo largo de la Historia y todo quedaría resumido en un milagro para los creyentes y en un hecho cuestionable para los demás. Pero el 13 de octubre de 1917, durante la última aparición anunciada, se produjeron unos fenómenos aéreos que escapan a la comprensión humana. La evolución de aquellos artefactos luminosos sobre los millares de personas que abarrotaban los campos de la Cova de Iría ese lloviznoso mediodía, que se llamó popularmente “el baile del Sol”, aporta a este caso unas connotaciones tecnológicas, unos artefactos mecánicos aéreos, que distorsionan la casuística e inevitablemente nos llevan a evaluarlo desde una perspectiva distinta a la de cualquier creencia religiosa.


este evento histórico, sino por algunas de las tomas que registró con su cámara fotográfica y de todas ellas, al menos, dos fueron unas capturas inquietantes. Una ha sido parcialmente publicada. La otra se encuentra secretamente custodiada en su placa negativa original. Quienes la vieron aseguran que se trata de un plano del celaje nublado donde se aprecia perfectamente la ascensión de uno de los “soles” que se eleva tras haber descrito una trayectoria dejando una sutil estela de humo ¡¡en ángulo recto !! ¿Qué ingenio aún hoy, en el siglo XXI, podría trazar una trayectoria similar? Un vehículo aéreo de fabricación humana, desde luego, no.