¿OVNIS O MÁQUINAS DEL TIEMPO?

Todos dicen que proceden de algún lugar del universo. Entonces, ¿Por qué no contactan con la humanidad? ¿Y si fueran los hombres del futuro que regresan para conocer su pasado? ¿No sería más lógico su silencio? Lo increible, a veces, es lo que se debe creer...

El autor introduce una inquietante posibilidad acerca de los llamados Objetos Volantes No Identificados (Ovnis), sin descartar que puedan ser naves tripuladas por seres inteligentes que proceden de otros lugares del Universo. Los siguientes textos se basan o están extraidos del libro "¿OVNIS O MÁQUINAS DEL TIEMPO? LA TERCERA TEORÍA", una de las próximas publicaciones de Martin J. Schneider.

ESTABLECIENDO CRITERIOS Y A MODO DE INTRODUCCIÓN

El Objeto Volante No Identificado, popularmente conocidos como Ovni en los países de habla hispana, (UFO, en su acrónimo inglés) es una denominación bastante ambigua, pese a que comúnmente se le suele asociar con las naves espaciales. Sin embargo el término OVNI nunca debería ser sinónimo de un objeto aéreo procedente de lejanos mundos del Universo ni de otro origen desconocido sino, como bien indica su nombre, es un vehículo que surca el espacio y al que no podemos identificar de manera objetiva al contemplarlo. Sería el caso de un nuevo modelo de avión experimental que atraviesa por primera vez los cielos, un globo sonda, deformado por las corrientes de aire a gran altura o un efecto luminoso de origen natural; para una tribu perdida en la inmensa selva amazónica, sin contacto con nuestra civilización, un simple helicóptero sería un Ovni al que quizá atribuyeran significados sobrenaturales o divinos, según su grado de creencias.

Sin embargo en las sociedades tecnológicamente avanzadas, como la nuestra, cualquier objeto que surque los cielos y no responda a las formas convencionales de los ya conocidos o realice maniobras y evoluciones de naturaleza imposible para nuestros modelos aeronáuticos, automáticamente se convierte en un objeto de origen no terrestre. Muchas veces erramos en estas apreciaciones, puesto que bajo determinadas circunstancias ambientales o atmosféricas, un objeto convencional puede ser observado con tal grado de distorsión en sus formas que, lógicamente, es confundido con un Ovni. Los grupos de especialistas y expertos en su estudio suelen desechar más del 95% de estos avistamientos, atribuyéndoles un origen natural o humano. Sin embargo existe un mínimo porcentaje realmente inquietante.

Martin J. Schneider ha establecido una teoría que no por fantástica deja de tener una cierta lógica:   si de ese mínimo porcentaje aceptado como de posible origen no terrestre (serían, pues, vehículos procedentes del espacio exterior) ¿porqué negar la posibilidad de que muchos de ellos vengan de nuestro propio mundo, aunque no de esta época? Nos estaríamos refiriendo a la mítica Máquina del Tiempo que hoy subyace en el terreno de la más pura ciencia-ficción, pero ¿no es posible que la Humanidad de futuro logre materializar este sueño…? La Teoría de la Relatividad de Albert Einstein y todo cuanto encierra la Física cuántica está en sus estadios iniciales. Hay muchos principios y teorías por desarrollar y analizar en profundidad. Y tampoco debemos olvidar que los avances de la Ciencia y la Tecnología son imparables, como la Historia de la Humanidad nos ha demostrado…

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¿ES POSIBLE VIAJAR EN EL TIEMPO?

“Había una joven llamada Bright
que viajaba mucho más deprisa que
la luz. Un día partió por el camino de la
Relatividad y volvió la noche anterior…”
(Albert Eistein)

El sueño de viajar a través del tiempo no es nuevo en la imaginación del ser humano. Desde el siglo XIX y antes de que Einstein y su famosa Teoría de la Relatividad sugirieran la posibilidad de hacerlo técnicamente viable, muchos novelistas y escritores ya lo imaginaron y describieron, despertando el entusiasmo en la mente de una buena parte de la sociedad, sugestionada por tan fantástica aventura. El atractivo de viajar en el tiempo y conocer los grandes acontecimientos del pasado o aquello que nos aguarda en el futuro, era y es un sueño al que la mayoría de los mortales no desearía renunciar, aún sabiendo la imposibilidad de lograrlo a corto plazo. Posiblemente tendrán que pasar muchas generaciones hasta que, un día cualquiera, uno de esos grandes genios que, de vez en cuando, alumbra la Humanidad, desarrolle los procedimientos necesarios para conseguirlo. El progreso de la Física y los grandes avances de la tecnología en todos los campos ha ido alentando esta idea en algunos científicos que, de manera teórica, han comenzado a esbozar lo que podríamos llamar el prólogo de tan sugestiva idea. Los retos que se plantean, sin embargo, son colosales a corto y medio plazo y cabe la posibilidad de que, en un momento determinado el sueño se desvanezca o quede aletargado por una serie de impedimentos que ralenticen su avance.

Muchos científicos consideran que no es posible realizar viajes en el tiempo y argumentan que para que estos desplazamientos fueran factibles sería preciso que la teoría que lo permitiera superase algunos escollos y resolviese algunas situaciones relacionadas con la causalidad o, en su caso, la retrocausalidad, aunque se pueda admitir la dilatación del tiempo a velocidades cercanas a la luz, que podría considerarse un viaje en el tiempo natural hacia el futuro. El físico Stephen Hawking ha manifestado en alguna ocasión, refiriéndose a este tema, que la ausencia de viajeros del tiempo es buen argumento para sustentar la teoría negativa de su existencia a lo que cabría responder que nadie hasta el momento se nos ha identificado como tal, ofreciéndonos pruebas irrefutables de su procedencia futura. Hawking también ha planteado la llamada conjetura de la protección cronológica, según la cual, aunque los viajes en el tiempo pudieran ser reales, cualquier cambio en el pasado no tendría ningún efecto en el presente, porque estamos unidos a un Universo único con una única Historia  y si se acepta como válida esta hipótesis se evitaría caer en determinadas paradojas que constituyen uno de los grandes problemas por resolver cuando se habla de viajar a través del tiempo.

Por otra parte también se nos sugiere la posibilidad de que al viajar al pasado estaríamos creando una especie de Universo paralelo y donde realmente viajaríamos no sería  a un pasado real, sino a una especie de “copia” de éste. Se crearía así el efecto de los espacios temporales simultáneos. También se acepta la posibilidad de que se produjeran las llamadas paradojas temporales siendo la más famosa y conocida la del abuelo (que ya trataremos más adelante) aunque hay quienes aseguran que masas simples viajando a través de los llamados agujeros de gusano no crearían paradojas al no existir condiciones primarias que las induzcan, una vez iniciado el viaje temporal.  Otra teoría admite la posibilidad de que el universo carezca de una línea temporal y absoluta que necesariamente debe permanecer inalterable desde el comienzo del tiempo; en su lugar cada partícula  y todo el contenido universal, incluidos los seres humanos, dispondrían de una especie de línea temporal propia . Este planteamiento teórico es similar al de los universos paralelos aunque se supone que todo ocurre en un solo universo; muchos científicos comparten este planteamiento y creen que ésta es la única forma en que funciona el Universo, especialmente aquellos que afirman que los estados cuánticos posibles existen simultáneamente y que al observarlos se escoge un universo de entre todos los posibles.  No obstante, y seguimos en el ámbito de los planteamientos teóricos,  el estado de nuestro universo actual viene determinado por sus estados anteriores. Si alguno de esos estados es alterado sustancialmente el cambio se propagaría hacia adelante, afectando al Universo actual, por lo que los viajeros no tendrían que realizar la más mínima acción que produjese una paradoja. Sin embargo otros creen que ese hipotético viajero ni siquiera podría ver el universo del pasado ya que uno de los principios de la física cuántica – el de la incertidumbre, de Eisenberg- indica que la mera observación de una partícula modifica su estado y al observarlo  se producirían una serie de efectos en cascada que, proyectados a la velocidad de la luz, acabarían alterando gravemente el propio pasado y todo lo que le sigue.

Podemos deducir que existe tanta diversidad de criterios en todo el ámbito científico y en los textos a los que podemos acceder o estudiar sobre estas teorías de los viajes espacio-temporales, que perderíamos al lector en un mar de hipótesis, suposiciones o posibilidades , contradictorias entre sí,  todas ellas  relacionadas con estudios y desarrollos de la teoría general o especial de la Relatividad, la física cuántica, los agujeros negros, agujeros de gusano, cuerdas cósmicas, líneas temporales o materia exótica, que harían de este libro un texto difícil de digerir para el lector medio, algo que no encaja en nuestros propósitos, porque además tampoco estaríamos hablando de una sola teoría científica, sino de muchas más, todas con sus peculiares matices y lógicos razonamientos,  siempre bajo la perspectiva de una incuestionable realidad relacionada con el ámbito  científico del momento  y su evidente  desacuerdo. No existe siquiera una línea de investigación oficial que pretenda aunar esfuerzos y dirigirlos hacia una meta concreta; este hecho nos lleva a pensar que la posibilidad teórica de los viajes temporales, aún en nuestros días,  queda bastante lejos de plasmarse en un proyecto factible a medio o largo plazo  por lo que podemos asegurar, con toda  razón, que aún no estamos siquiera en los primeros estadios de su inicio. Tal vez sea no solo por la propia naturaleza de la cuestión en sí y el desacuerdo de la Ciencia a la hora de avanzar en este campo; posiblemente también estén en juego otras cuestiones de orden puramente moral, filosófico o político íntimamente relacionadas con esta revolucionaria posibilidad; cabría preguntarse si nuestro mundo actual y su civilización estarían en condiciones de asumir el riesgo de encontrarnos en este momento presente con la posibilidad de descubrir la verdad auténtica de nuestro pasado o nuestro futuro y asumirlos con total naturalidad, especialmente en todo cuanto concierne al pasado y la percepción que de él tenemos a través de los hechos históricos que nos han sido transmitidos a lo largo de los años, aceptando como auténtica su verdad, una verdad que pudiera ser diametralmente distinta y opuesta a la que hoy conocemos, en todos los órdenes, y que hemos asumido  sin el más mínimo espíritu revisionista, aceptándola como inmutable.  Quizá para obtener esa respuesta la Humanidad tenga que esperar algunos siglos, o tal vez un milenio,  y mientras tanto decir, como Galileo Galilei, la famosa frase de: “y sin embargo …”

LA CUESTIÓN MORAL DE LOS VIAJES ESPACIO-TEMPORALES

La sociedad humana que sea pionera en el revolucionario avance científico-tecnológico que supondrá conseguir viajar en el tiempo tendrá que enfrentarse, con certeza casi absoluta,  a una larga serie de cuestiones de naturaleza ética, moral, religiosa o cultural que constituirán, sin duda, un reto impresionante aún adivinando el alto grado de desarrollo psicológico que, previsiblemente, tendrán esas sociedades del futuro y que serán mucho más avanzadas que nuestra actual civilización en todos los sentidos.  Pese a ello nos es bastante difícil comprender cómo podrá ser el antes y el después a partir del momento mismo en que se logren realizar con éxito esos fantásticos viajes.  Ignoramos la clase de organización político-social que  existirá en la Tierra en ese lejano futuro, si ésta continuará basada en los modelos que hoy conocemos o si, por el contrario, un único gobierno a escala mundial, o una nación de indiscutible liderazgo, de corte autoritario, regirá los destinos de la Humanidad en los siglos venideros.

En cualquier caso –y siempre de forma hipotética- es previsible que los líderes controlen y regulen de alguna manera el acceso a las fuentes de información que llegarán a bordo de estas máquinas del tiempo, especialmente de las que retornen    del pasado y que indudablemente serán las que con una exactitud y un rigor indiscutibles, traerán la única VERDAD en toda su crudeza acerca del desarrollo de la propia Historia y los hechos que a través de ella fueron  aconteciendo.  Nos cuesta imaginar también  el modo en que esa información trascenderá al ser humano futuro y, consecuentemente,  la afectación que pueda tener para todo aquello que haya ido asumiendo, por tradición, en el orden ético, filosófico, moral y religioso. Muchas de las grandes creencias pueden verse afectadas sensiblemente e incluso ser invalidadas y despreciadas por inciertas o engañosas. No es difícil adivinar el cataclismo que supondría para los distintos conceptos religiosos, si la verdad histórica demostrara la falsedad de sus planteamientos y que los supuestos Mesías, Profetas, Teólogos o grandes Hombres de la antigüedad que fraguaron estos principios  fueron, en realidad, simples agitadores o iluminados que se aureolaron del más puro estilo demagógico para captar prosélitos entre aquellas gentes incultas y liderar movimientos de oscuros intereses. O si, por el contrario, fueron realmente tal y como han trascendido a través de la Historia tradicional, reafirmando su espiritualidad y la verdad de sus postulados.

Difícil desempeño será para los líderes futuros que tendrán que administrar con gran cautela toda esa información veraz que sus viajeros habrán registrado en imágenes, sonidos y pruebas palpables de gran autenticidad en los confines de la Historia. De ser falsos, totalmente distintos o diametralmente opuestos en su esencia trascendente,  producirán nuevos planteamientos ideológicos de  corte revolucionario que puede abocar al mundo futuro a una revisión de consecuencias imprevisibles. Imaginemos por un momento, (sin el más mínimo grado de irrespetuosidad o menosprecio hacia el ámbito religioso) que los viajeros del tiempo descubren la verdadera trayectoria humana de los grandes líderes que han hecho posible las más importantes Religiones de la Historia como Jesús de Nazaret, Mahoma, Moisés, Abraham, Confucio, Buda o cualquier personaje trascendente que aparece en los diversos textos considerados sagrados, descubriendo que sus respectivas existencias no tuvieron nada de extraordinarias y que solo fueron hombres, muy adelantados en su tiempo, que supieron captar millares de seguidores, fascinados por su brillante oratoria.

Imaginemos también, por un momento, que los viajeros del tiempo comprueban que Jesús de Nazaret, crucificado y muerto en la cruz por la insidia del Sanedrín judío y la connivencia política del ocupante romano, es inhumano en una gruta y su cadáver permanece en la fría sepultura hasta que sus carnes se corrompen, haciendo por lo tanto inviable la Resurrección, que es uno de los pilares que el Cristianismo sustenta como base fundamental de su fe. O que Mahoma no fue sino un vulgar iluminado, sin más contactos supuestamente divinos que sus propias afirmaciones y la adhesión de tribus de escasa o nula formación cultural. O que los grandes Profetas del judaísmo solo fueron simples charlatanes, sin otro mérito que rodearse de gentes ansiosas de creer, organizando movimientos de escasa trascendencia más allá de las propias tribus a las que pertenecían...

Es previsible entonces que los creyentes del futuro quedarán sin ese importante sustento moral y filosófico para mantener sus creencias y su fe, con independencia de los que persistieran en ellas o de abjuraren públicamente,  entregándose a la más abierta y radical apostasía. Las “guerras” ideológicas podrían , incluso, desatarse sumiendo a la futura Humanidad en un auténtico enfrentamiento de consecuencias imprevisibles para la propia estabilidad y progreso de su civilización. Quizá por ello debamos suponer, por simple lógica, que quienes detenten el poder en esos momentos clasificarán bajo el más estricto secreto aquellas informaciones que les lleguen del pasado, ocultándolas celosamente y regulando su difusión con la necesaria cautela, estableciendo un largo proceso de reeducación social que irá sondeando progresivamente los estados generales de opinión, en cada etapa, para evitar esa especie de desastre o revolución psicológica que las verdades del pasado pudieran cuasar en la Humanidad del futuro aunque admitimos que, en el ámbito de las íntimas creencias, cualquier realidad por muy evidente que sea puede despreciarse, pese a su incuestionable verdad, porque la fe es simplemente creer a ciegas, sin poner en tela de juicio el dogmatismo religioso , ni someterlo al análisis más riguroso y científico. La fe no es sino la antesala del fanatismo. Así es hoy y así será, probablemente, mañana.