
En la Tierra, el dióxido de carbono es el 0,04% de la atmósfera. Debido a que Kepler-62f está mucho más lejos de su estrella de lo que la Tierra está del Sol, sería necesario que tuviera mucho más dióxido de carbono para ser lo suficientemente caliente. El equipo realizó simulaciones por ordenador en las que contemplaba los siguientes escenarios para Kepler-62f: Una atmósfera cuyo espesor oscila desde el de la Tierra hasta doce veces más grueso y varias concentraciones de dióxido de carbono en su atmósfera, que van desde la misma cantidad que está en la atmósfera de la Tierra hasta 2.500 veces ese nivel. Dentro de todas esas hipótesis, encontraron muchos escenarios que permiten al planeta ser habitable, asumiendo diferentes cantidades de dióxido de carbono en su atmósfera. La doctora Shields estima que para que el planeta sea consistentemente habitable durante todo el año, se requeriría una atmósfera que es de tres a cinco veces más gruesa que la de la Tierra y compuesta en su totalidad de dióxido de carbono. (Esto sería análogo a la sustitución de cada molécula en la atmósfera de la Tierra con dióxido de carbono, lo que significa que el planeta tendría 2.500 veces más dióxido de carbono en su atmósfera). Estas son algunas conclusiones del estudio.
Sin embargo, y aunque pudiese constatarse la presencia de seres vivos e inteligentes, existen problemas que son imposibles de superar en estos momentos de nuestro desarrollo tecnológico, problemas que hacen inviable cualquier tipo de contacto con estas probables civilizaciones. El más importante de todos es la distancia, que medimos en años/luz. El exoplaneta de referencia está situado a 1.200 años/luz de la tierra. Esto significa que aún disponiendo de un vehículo espacial que pudiese acelerar se hasta alcanzar la velocidad de la luz, el viaje hacia ese nuevo mundo tardaría la friolera de 1.200 años en cubrir la abominable distancia sideral que nos separa de él. ¿Qué tripulación sería capaz de soportar tal viaje? Imaginemos que este planeta tuviese esa probable civilización desarrollada y que ésta nos enviase un mensaje en forma de ondas de radio. Tal mensaje tardaría en llegar aproximadamente el mismo tiempo y volvemos a plantearnos las interrogantes ¿quiénes vivirían en la Tierra en ese momento? ¿Perduraría nuestra actual civilización o un conflicto nuclear habría acabado con ella? ¿Habría hombres en ese futuro o estaría la Tierra dominada de nuevo por las bestias? Cuestiones difíciles de responder.
Las distancias en el espacio, las distancias físicas que nos separan de esos cuerpos exóticos, son una barrera infranqueable para contactar con ellos. El Kepler 62-f está siendo analizado y estudiado ahora, pero ¿existe aún? No olvidemos que la imagen que captó el potente radiotelescopio Kepler es la que recibimos 1.200 años después. Y en este momento exacto puede que ese exoplaneta ya no exista o sea uno de los muchos cuerpos muertos que llenan el Universo y en este sentido pensar en supuesta vida extraterrestre es aventurado, algo parecido a si en ese mundo una civilización muy sofisticada hubiese logrado captar imágenes del nuestro ¿Qué estarían viendo en este momento? Tal y como era nuestro mundo en el año 816 de nuestra Era, una civilización primitiva sin apenas tecnología, sin naves espaciales, sin medios aéreos de transporte, sin señales radioeléctricas de televisión o radio y carente de ese grado de desarrollo que la raza humana tiene en este momento. La distancia será siempre el más férreo impedimento para acercar a las posibles civilizaciones que pueblan el Universo. Y el problema subsistirá hasta que la Física cuántica pueda resolver el hoy insalvable escollo.