¿QUIÉN PUDO FABRICAR
ESTE INGENIO ASTRONÓMICO CIEN AÑOS ANTES DE NUESTRA ERA?
La Máquina de Antikytera es un
auténtico enigma que desafía cualquier lógica. Este extraño mecanismo fue
encontrado casualmente en el año 1900 cuando unos pescadores griegos, que se
dedicaban a recoger esponjas del fondo marino, se vieron obligados a desviarse
de su ruta a causa de una fuerte tormenta, arribando a la pequeña isla de
Antikytera. Aprovechando su presencia en ese lugar se sumergieron para continuar
su trabajo y a unos sesenta metros de profundidad encontraron el pecio de una
nave de origen romano cuya datación cronológica se estableció posteriormente entre el 87 y el 65 a.C. Conocido el hallazgo y durante
año y medio los arqueólogos marinos estuvieron rescatando todo el tesoro que
había hundido: ánforas, monedas, estatuas de mármol y de bronce,
vasijas y gran cantidad de pequeños objetos. El Museo Nacional de Atenas
recibió este botín submarino y su director encontró un objeto muy singular entre
los restos de una especie de caja de madera que parecía corresponder a un
mecanismo de relojería fabricado en bronce. Todo el conjunto, pese a que la
caja de madera estaba muy deteriorada, tenía unas dimensiones aproximadas de 31 centímetros de largo por 19
de ancho y 10 de grueso; había también inscritas unas anotaciones astronómicas
que llenaban casi todo el exterior del mecanismo.
Los estudios y análisis hechos a
tan extraño artefacto parecían indicar que se trataba de una especie de computadora mecánica de aplicación
en Astronomía, tan sofisticada y
perfecta que todos los científicos se preguntaron asombrados si era posible que
en la antigua Grecia hubiese alguna posibilidad tecnológica de construir este
aparato, teniendo en cuenta que los primeros relojes con mecanismos complejos
aparecieron a partir del siglo XVI. El físico e historiador británico Derek J.
de Solla Price que investigó con apasionado tesón esta máquina, escribió para
la revista Nature en 1959: “…No hay otro instrumento como éste. Nada
comparable aparece en los textos científicos y literarios antiguos. Y por lo
que sabemos de la ciencia y la tecnología de la época helenística, un dispositivo así no pudo existir…” Aunque
debió decir más exactamente, que no pudo ser construido en esos años ni
probablemente en ese lugar.
Investigaciones y análisis
posteriores, ya en nuestros días, han descubierto que tal mecanismo estuvo
dotado en su momento de un total de 30 ruedas dentadas, sincronizadas
perfectamente entre sí. El dial principal se utilizaba para conocer la posición
del Sol y la Luna en el Zodíaco, además de un calendario de 365 días que podía
ajustarse perfectamente para los años bisiestos. Otros diales traseros podían
ajustar ciclos astronómicos y se cree que pudo tener otros engranajes, hoy
perdidos, que sin duda vaticinarían el movimiento de los planetas. Todo un prodigio que parece construido con la
tecnología del siglo XXI, a juicio de los expertos, pese a que oficialmente se ha
datado como procedente de aquella lejana época. ¿Cabe suponer que este hecho es
posible…? Se supone que su autor pudo ser el célebre astrónomo griego Hiparco
de Nicea (llamado por otros historiadores Hiparco de Rodas) que vivió en esa
época (190-120 a.C.)
y también era matemático y geógrafo. Fue un genio de la antigüedad que hizo
interesantes estudios y descubrimientos en Astronomía, aunque debemos
preguntarnos si pese a su genialidad pudo construir este fantástico mecanismo,
adelantado en más de mil seiscientos años a su tiempo.
A partir de este momento todo son conjeturas. Nada se sabe a ciencia cierta sobre su verdadero origen y si fue posible su diseño y construcción en aquellos tiempos, porque muchos son los factores que debemos tener en cuenta. La primera interrogante que se nos plantea es intentar imaginar la infraestructura técnica y mecánica necesaria para confeccionar las distintas piezas y engranajes, aún fabricándolos manualmente, cortarlos en círculos perfectos, pulirlos, dentarlos, fabricar sus ejes, tornillos de sujeción y las placas donde irían ensamblados y todo ello en miniatura, con precisión milimétrica, para lo que indudablemente debería hacer uso de lentes de aumento y de un utillaje mecánico propio de un taller altamente sofisticado ¿Y las herramientas de precisión? ¿de qué material y clase estaban hechas? ¿tenían alguna forma de horadar el metal y practicar orificios con precisión milimétrica? ¿con qué clase de máquinas? ¿manuales o eléctricas?... Las preguntas, como suele ocurrir en estos casos, son siempre superiores a las respuestas. Pero quizá lo más sorprendente de todo no sea ya la existencia de la propia máquina, sino la evidencia de que es ÚNICA en su género para la época en que se supone fue construida. No existen otros artilugios o mecanismos análogos ni su grado de perfección se corresponde mínimamente con ningún otro objeto procedente de esa etapa histórica. No es concebible, por tanto, que fuera construida en aquellos años porque con la tecnología de entonces resulta impensable fabricar algo tan complejo, de manera exclusiva. ¿Cómo admitir una datación tan antigua cuando eran incapaces de fabricar otros de índole diferente que tuvieran ese excepcional grado de perfeccionamiento y estuvieran a su altura?... ¿Imaginan que actualmente nuestra civilización pudiese desarrollar cohetes para viajar a la Luna y sin embargo no hubiésemos sido capaces de crear aparatos de televisión, ordenadores, teléfonos o aviones...? Un avance tecnológico como el que permitió fabricar esa máquina implicaría reconocer que existía un grado de desarrollo científico del que, hasta el momento, no existe la más mínima prueba. No hay constancia de que la técnica que hizo posible su fabricación se aplicase a otros campos del saber humano. Por lo tanto esta evidencia es, precisamente, la que hace más enigmático a ese ingenio y por ello nos planteamos una sencilla pregunta: ¿se construyó realmente en esa remota época del pasado o fue deliberadamente transportado allí? Y si así fue ¿quién o quiénes lo hicieron...?
Moviéndonos, como siempre, en el
terreno de las hipótesis, nos podríamos plantear varias conjeturas que juzgamos
fantásticas, aunque no del todo imposibles. Una de estas teorías podría estar íntimamente
relacionada con el futuro de la Humanidad. La Máquina de Antikytera sería,
probablemente en este caso, una especie de mensaje dejado atrás deliberadamente por los hombres del
futuro, los míticos viajeros del tiempo, que han ido señalando las diferentes etapas,
a lo largo de sus desplazamientos espacio-temporales, con una especie de claves y signos para
que el hombre pueda ir interpretándolos a medida que evoluciona en todas las
ramas del saber. De haberse encontrado el objeto en el siglo XVII su hallazgo hubiese
tenido una lógica muy distinta porque en esa época ya se fabricaban estos
complejos mecanismos de relojería, pero la pregunta es
¿podían existir 1700 años antes?
La Máquina de Antikytera está genéricamente clasificada bajo el acrónimo OOPARTS (que significa “objeto fuera de su tiempo”) y no es el único caso que existe ni se ha descubierto en el mundo. Hay otros muchos cuyo hallazgo y existencia violan las más elementales normas de la razón y de la lógica, pero ahí están, como una extraña e inquietante realidad. En cualquier caso, ya sea una u otra la teoría que se acepte, esta Máquina será un misterioso descubrimiento que levantanrá apasionados debates hasta que su verdadero origen, pasado o presente, y la forma en que llegó a la antigua Grecia, cien años antes del principio de nuestra Era, se pueda convertir en una verdad irrefutable.
La Máquina de Antikytera está genéricamente clasificada bajo el acrónimo OOPARTS (que significa “objeto fuera de su tiempo”) y no es el único caso que existe ni se ha descubierto en el mundo. Hay otros muchos cuyo hallazgo y existencia violan las más elementales normas de la razón y de la lógica, pero ahí están, como una extraña e inquietante realidad. En cualquier caso, ya sea una u otra la teoría que se acepte, esta Máquina será un misterioso descubrimiento que levantanrá apasionados debates hasta que su verdadero origen, pasado o presente, y la forma en que llegó a la antigua Grecia, cien años antes del principio de nuestra Era, se pueda convertir en una verdad irrefutable.