¿DE DONDE PROCEDIAN ESAS MISTERIOSAS NAVES QUE AGUARDABAN LA
LLEGADA DE LOS PRIMEROS SERES HUMANOS A LA SUPERFICIE DE NUESTRO SATELITE?
(Imagen dramatizada) |
Fue una auténtica odisea. La
misión Apolo XI que despegó rumbo al espacio estaba comandada por Neil A.
Amstrong de 38 años, el piloto del módulo lunar, Edwin E. Aldrin, y el piloto
del módulo de mando, Michael Collins. Los tres astronautas llegaron a la Luna en la madrugada del 20 al
21 de julio, tras cubrir los casi 380.000 kilómetros de
distancia que separan a nuestro planeta de su satélite. El alunizaje tuvo
lugar, después de las maniobras técnicas precisas, en la zona conocida como Mar
de la Tranquilidad;
Amstrong y Aldrin estuvieron en el interior del módulo al que habían bautizado
como Eagle (Águila) durante cinco
horas después del alunizaje, mientras tanto 15 estaciones de rastreo en todo el
mundo seguían la evolución de este memorable viaje. Tras ese tiempo de espera,
recibieron la orden de iniciar su misión y descender para dar aquellos primeros
pasos en la superficie arenosa del satélite; previamente, Amstrong, había
transmitido a la Tierra
la conocida frase: “Houston…aquí base de la Tranquilidad: el Águila ha alunizado”.
Poco después las imágenes nos ofrecieron el lento y titubeante descenso del
astronauta y un primer plano de la
primera huella que demostraba, de forma gráfica, la gran aventura humana. Los astronautas colocaron la bandera
norteamericana, como símbolo de la nación que por vez primera había logrado
esta odisea, y una placa con un mensaje firmado por el entonces presidente
Richard Nixon conjuntamente con los propios astronautas. Todas estas imágenes
eran ofrecidas al mundo por medio de la televisión, señal que recibía en
directo el Observatorio Pakes de Australia procedente de Honeysuckle Creek,
cerca de Canberra, pero aquí se produce un hecho que fue convenientemente
silenciado: la señal que se emitía a todo el mundo llevaba unos ocho minutos de
retraso ya que previamente era grabada y después retransmitida. No por mera causalidad
ni por problema técnico alguno, sencillamente tenía que hacerse así para evitar
que el mundo pudiera observar, en directo, alguna imagen inconveniente o
escuchar algo inadecuado, como sucedería poco tiempo después.
Pero volvamos a la superficie de
la luna; el comandante de la misión, Neil Amstrong, hablaba con el centro de mando de Houston (Texas) sobre
sus impresiones del lugar que estaba bajo sus pies:
--“Esto es realmente bello,
parece un desierto de los EE.UU…. es un poco diferente, pero muy bello”
A los pocos instantes de
pronunciar estas palabras, los médicos del centro de control en tierra
detectaron una anomalía biológica en el corazón de los astronautas: ¡su ritmo
cardíaco se disparó alcanzando las 150 y
160 pulsaciones por minuto. La voz de Amstrong llegó a Houston, atropellada:
(Amstrong): Pero…¿qué es eso? ¿tienen una explicación
para aquello…?
(NASA): ¡No la tenemos, pero no
se preocupen… continúen con su programa…!
(Amstrong): ¡Dios mío, es
realmente impresionante…! ¿…Es
fantástico, nunca lo podrían imaginar…!
(NASA): ¡Roger…! Sabemos de eso,
pero ustedes vayan al otro lado ¡Vayan de regreso al otro lado …!
(Amstrong): Pero…¿de qué se trata
eso?... ¿ Es muy espectacular…! Dios mío, qué es ese disco…? ¿Qué diablos es aquello…? ¡ Entonces aquí hay otra
forma de vida…!
NASA: ¡Roger…! Te estamos
diciendo que cambies la comunicación…
Usa bravo-tango...bravo-tango! Selecciona jezebel…jezebel…!
(Amstrong): Sí, pero….¡pero esto
es increíble…!
(NASA): Tu continúa con
bravo-tango…bravo-tango…
Resulta obvio suponer que esta
parte del diálogo entre los astronautas y la
NASA pasó totalmente desapercibida para el gran público y la
emisión televisiva fue convenientemente alterada para que no trascendiera más
allá de los estrictos ámbitos del Centro de control. Este inquietante
testimonio salió a la luz muchos años después de aquel memorable viaje y nos
relata la increíble experiencia que dos expertos astronautas vivieron nada más
posarse sobre la superficie lunar. Aún hoy este enigmático episodio es negado
de manera vehemente por los responsables de la NASA y de la propia
Administración norteamericana, incluso se asegura que las cintas del vídeo
originales se han extraviado. ¿Cómo es posible ? Por increíble que parezca no existen, y dudamos que puedan ser halladas
algún día ya que con toda probabilidad una mano
negra las destruyó para siempre.
¿Qué contenían esas cintas? Entre otras cosas el diálogo que Neil
Amstrong sostuvo con el centro de Houston acerca de aquella visión increíble
que tanto afectó a su ritmo cardíaco,
pese a ser un excelente astronauta y haber superado las duras pruebas a que son
sometidos quienes aspiran a viajar por el espacio. Es inconcebible que a un
piloto militar experimentado como Amstrong, con tantas misiones de combate a
sus espaldas, preparado concienzudamente para la misión y con un grado de
autodominio extremadamente alto, se le
alterase el ritmo cardíaco de esa manera. No se grabaron imágenes porque las
cámaras de televisión que el módulo lunar llevaba, eran cámaras estáticas y por
lo tanto no pudieron registrar planos en movimiento de panorámica, aunque sí
todo el sonido original.
El suceso inédito que tanto alteró
a los dos astronautas fue, sencillamente, la presencia de varias naves en forma
de disco, posadas sobre la luna y perfectamente alineadas, junto a unas figuras
de apariencia humana, de estatura superior a la normal, que vestían unos monos
blancos; estaban a unos 60 metros del módulo y cuando Amstrong intentó filmarlos
con una pequeña cámara desaparecieron misteriosamente y se esfumaron, como si
se hubieran desmaterializado súbitamente. También, al parecer, filmaron unas
misteriosas ruinas que estaban en el área del alunizaje, por lo que cabe
preguntarse si el punto exacto de llegada fue elegido por la NASA de manera
aleatoria. Finalmente los tres astronautas regresaron a la Tierra el 24 de
julio de 1969, amerizando en aguas del Pacífico. Habían recogido algo más de 21
kilogramos de muestras del suelo lunar, arena y rocas, para ser analizadas.
Sobre su encuentro con aquellas
extrañas naves y los seres que en las tripulaban, los tres astronautas
guardaron un silencio sepulcral, pese a que fueron entrevistados por todas las
grandes cadenas de TV y los más importantes medios de comunicación americanos y
extranjeros. Sí está plenamente confirmado que hubo un lapsus en la NASA y
alguien comunicó a la prensa que el ritmo cardíaco de los dos astronautas se
había disparado, pero nada trascendió más allá de las versiones oficiales y
tanto las imágenes como el sonido de este acontecimiento histórico, que se
ofrecieron al mundo, fueron preparadas por expertos de la Agencia Espacial que
negaron posteriormente con vehemencia cualquier incidente extraño o el
encuentro con entidades desconocidas que le fueron planteadas por periodistas o
investigadores. Como es habitual se corrió un tupido velo de silencio, quedando
el incidente registrado como alto secreto.
Sin embargo había muchos testigos que eran los técnicos y especialistas presentes
en el Centro de Control de Houston (Texas) bajo las órdenes de Gene Kranz,
director de vuelo de la misión Apolo XI.
Y pasados los años, uno de ellos, cuando se acercaba el final de sus días
y de manera secreta, hizo la gran revelación…