LOS EXTRAÑOS TESTIGOS DE LA LLEGADA A LA LUNA



¿DE DONDE PROCEDIAN ESAS MISTERIOSAS NAVES QUE AGUARDABAN LA LLEGADA DE LOS PRIMEROS SERES HUMANOS A LA SUPERFICIE DE NUESTRO SATELITE?


(Imagen dramatizada)
Misión Apollo XI. Con este nombre ha pasado a la historia del siglo XX aquel vuelo espacial que llevó al hombre a pisar nuestro satélite por primera vez en 1969,  un hecho impensable tan solo 25 años antes. El presidente Jonh Fitzgerald Kennedy había anunciado que los EE.UU. enviarían a un hombre a la Luna en la década de los 60 aunque ignoraba que no alcanzaría a ver ese importante hito porque la muerte le esperaba en Dallas (Texas). Sin embargo la humanidad, que siguió el evento por televisión, asistió sorprendida y expectante al momento en que el comandante de la misión, Neil Amstrong, puso el pie por primera vez sobre el polvoriento suelo lunar mientras pronunciaba aquella famosa frase de "un pequeño paso para el hombre, un gran salto para la Humanidad." Años antes de que Amstrong pudiera pronunciar estas palabras, la potencia norteamericana había tenido que dar un gran salto económico, humano y tecnológico para que el cohete Saturno V superase todas las pruebas y pudiese ser lanzado desde Cabo Cañaveral en Florida con destino al espacio, el 16 de julio de 1969.

Fue una auténtica odisea. La misión Apolo XI que despegó rumbo al espacio estaba comandada por Neil A. Amstrong de 38 años, el piloto del módulo lunar, Edwin E. Aldrin, y el piloto del módulo de mando, Michael Collins. Los tres astronautas  llegaron a la Luna en la madrugada del 20 al 21 de julio, tras cubrir los casi 380.000 kilómetros de distancia que separan a nuestro planeta de su satélite. El alunizaje tuvo lugar, después de las maniobras técnicas precisas, en la zona conocida como Mar de la Tranquilidad; Amstrong y Aldrin estuvieron en el interior del módulo al que habían bautizado como Eagle (Águila) durante cinco horas después del alunizaje, mientras tanto 15 estaciones de rastreo en todo el mundo seguían la evolución de este memorable viaje. Tras ese tiempo de espera, recibieron la orden de iniciar su misión y descender para dar aquellos primeros pasos en la superficie arenosa del satélite; previamente, Amstrong, había transmitido a la Tierra la conocida frase: “Houston…aquí base de la Tranquilidad: el Águila ha alunizado”. Poco después las imágenes nos ofrecieron el lento y titubeante descenso del astronauta y  un primer plano de la primera huella que demostraba, de forma gráfica, la gran aventura humana.  Los astronautas colocaron la bandera norteamericana, como símbolo de la nación que por vez primera había logrado esta odisea, y una placa con un mensaje firmado por el entonces presidente Richard Nixon conjuntamente con los propios astronautas. Todas estas imágenes eran ofrecidas al mundo por medio de la televisión, señal que recibía en directo el Observatorio Pakes de Australia procedente de Honeysuckle Creek, cerca de Canberra, pero aquí se produce un hecho que fue convenientemente silenciado: la señal que se emitía a todo el mundo llevaba unos ocho minutos de retraso ya que previamente era grabada y después retransmitida. No por mera causalidad ni por problema técnico alguno, sencillamente tenía que hacerse así para evitar que el mundo pudiera observar, en directo, alguna imagen inconveniente o escuchar algo inadecuado, como sucedería poco tiempo después.
 
Pero volvamos a la superficie de la luna; el comandante de la misión, Neil Amstrong, hablaba con  el centro de mando de Houston (Texas) sobre sus impresiones del lugar que estaba bajo sus pies:

--“Esto es realmente bello, parece un desierto de los EE.UU…. es un poco diferente, pero muy bello”

A los pocos instantes de pronunciar estas palabras, los médicos del centro de control en tierra detectaron una anomalía biológica en el corazón de los astronautas: ¡su ritmo cardíaco se disparó  alcanzando las 150 y 160 pulsaciones por minuto. La voz de Amstrong llegó a Houston, atropellada:

(Amstrong):   Pero…¿qué es eso? ¿tienen una explicación para aquello…?
(NASA): ¡No la tenemos, pero no se preocupen… continúen con su programa…!
(Amstrong): ¡Dios mío, es realmente impresionante…!  ¿…Es fantástico, nunca lo podrían imaginar…!
(NASA): ¡Roger…! Sabemos de eso, pero ustedes vayan al otro lado ¡Vayan de regreso al otro lado …!
(Amstrong): Pero…¿de qué se trata eso?... ¿ Es muy espectacular…! Dios mío, qué es ese disco…?  ¿Qué diablos es aquello…? ¡ Entonces aquí hay otra forma de vida…!
NASA: ¡Roger…! Te estamos diciendo que cambies la comunicación…  Usa bravo-tango...bravo-tango!  Selecciona jezebel…jezebel…!
(Amstrong): Sí, pero….¡pero esto es increíble…!
(NASA):  Tu continúa con bravo-tango…bravo-tango…

Resulta obvio suponer que esta parte del diálogo entre los astronautas y la NASA pasó totalmente desapercibida para el gran público y la emisión televisiva fue convenientemente alterada para que no trascendiera más allá de los estrictos ámbitos del Centro de control. Este inquietante testimonio salió a la luz muchos años después de aquel memorable viaje y nos relata la increíble experiencia que dos expertos astronautas vivieron nada más posarse sobre la superficie lunar. Aún hoy este enigmático episodio es negado de manera vehemente por los responsables de la NASA y de la propia Administración norteamericana, incluso se asegura que las cintas del vídeo originales se han extraviado. ¿Cómo es posible ? Por increíble que parezca  no existen, y dudamos que puedan ser halladas algún día ya que con toda probabilidad una mano negra las destruyó para siempre.
 
¿Qué contenían esas cintas?  Entre otras cosas el diálogo que Neil Amstrong sostuvo con el centro de Houston acerca de aquella visión increíble que tanto  afectó a su ritmo cardíaco, pese a ser un excelente astronauta y haber superado las duras pruebas a que son sometidos quienes aspiran a viajar por el espacio. Es inconcebible que a un piloto militar experimentado como Amstrong, con tantas misiones de combate a sus espaldas, preparado concienzudamente para la misión y con un grado de autodominio extremadamente alto,  se le alterase el ritmo cardíaco de esa manera. No se grabaron imágenes porque las cámaras de televisión que el módulo lunar llevaba, eran cámaras estáticas y por lo tanto no pudieron registrar planos en movimiento de panorámica, aunque sí todo el sonido original.

El suceso inédito que tanto alteró a los dos astronautas fue, sencillamente, la presencia de varias naves en forma de disco, posadas sobre la luna y perfectamente alineadas, junto a unas figuras de apariencia humana, de estatura superior a la normal, que vestían unos monos blancos; estaban a unos 60 metros del módulo y cuando Amstrong intentó filmarlos con una pequeña cámara desaparecieron misteriosamente y se esfumaron, como si se hubieran desmaterializado súbitamente. También, al parecer, filmaron unas misteriosas ruinas que estaban en el área del alunizaje, por lo que cabe preguntarse si el punto exacto de llegada fue elegido por la NASA de manera aleatoria. Finalmente los tres astronautas regresaron a la Tierra el 24 de julio de 1969, amerizando en aguas del Pacífico. Habían recogido algo más de 21 kilogramos de muestras del suelo lunar, arena y rocas,  para ser analizadas.

Sobre su encuentro con aquellas extrañas naves y los seres que en las tripulaban, los tres astronautas guardaron un silencio sepulcral, pese a que fueron entrevistados por todas las grandes cadenas de TV y los más importantes medios de comunicación americanos y extranjeros. Sí está plenamente confirmado que hubo un lapsus en la NASA y alguien comunicó a la prensa que el ritmo cardíaco de los dos astronautas se había disparado, pero nada trascendió más allá de las versiones oficiales y tanto las imágenes como el sonido de este acontecimiento histórico, que se ofrecieron al mundo, fueron preparadas por expertos de la Agencia Espacial que negaron posteriormente con vehemencia cualquier incidente extraño o el encuentro con entidades desconocidas que le fueron planteadas por periodistas o investigadores. Como es habitual se corrió un tupido velo de silencio, quedando el incidente registrado como alto secreto. Sin embargo había muchos testigos que eran los técnicos y especialistas presentes en el Centro de Control de Houston (Texas) bajo las órdenes de Gene Kranz, director de vuelo de la misión Apolo XI.  Y pasados los años, uno de ellos, cuando se acercaba el final de sus días y de manera secreta, hizo la gran revelación…