Nos encontramos quizá con una de
las primeras víctimas humanas de lo que podríamos llamar investigación de primera línea acerca del fenómeno Ovni. Este
luctuoso accidente ha sido estudiado en infinidad de artículos y relatos sobre
el tema, por lo que nosotros nos limitaremos a comentarlo a un nivel meramente
ilustrativo, ofreciendo las versiones oficiales, así como aquellas otras que se
dieron a conocer posteriormente de forma extraoficial y, por lo tanto, nunca fueron
confirmadas. El hecho ocurrió a primeras horas de la tarde del 7 de enero de
1948. Ese día y sobre las 13,30 horas se observó un objeto brillante, de forma
redonda, sobre Madisonville en el Estado de Kentucky, muy cerca de Fort Knox
que es el lugar donde se encuentra la reserva federal de oro de los EE.UU.
siendo avisadas las autoridades de este Organismo por la policía local. Quince
minutos después el Ovni apareció en las inmediaciones de la base Godman, siendo
perfectamente observado por gran parte del personal militar de la misma, a
simple vista. Todos los testimonios le describen como un objeto parecido a una
semiesfera de unos 70 metros de diámetro, de aspecto metálico y muy brillante
que cambiaba a tonalidades rojizas.
Desde la torre de control de la
base también era perfectamente visible, reflejándose el eco en sus radares.
Ante tal evidencia el coronel Hix alertó a
una escuadrilla de cazas Mustang P-51 de la Guardia Nacional que se
encontraba en vuelo de instrucción cerca de la zona, con el capitán Thomas A. Mantell
al mando de la misma. La escuadrilla inició la persecución del objeto hasta
casi los cinco mil metros, tratando de identificarlo; tres de los cuatro
aparatos dieron la vuelta al no tener equipo de presión para más altura, pero
el capitán Mantell continuó persiguiendo al disco volante; sus palabras antes
del fatal desenlace fueron:
--“…He visto el objeto…lo tengo ahora sobre la cabeza…trataré de
aproximarme a él para verlo mejor…Ahora lo tengo enfrente…parece metálico…es de
un tamaño enorme…ahora sube de nuevo y va tan rápido como yo….Voy a subir hasta
los 6000 metros y si no puedo alcanzarlo abandonaré la persecución….
Pocos minutos después se produjo el accidente
mortal; según algunos testigos el avión
estalló en el aire, extremo éste que no pudo ser confirmado ya que desde la
última comunicación del piloto con la torre de control se produjo un silencio
prolongado ante las llamadas de los radio-operadores militares. Al atardecer de
ese mismo día y a unos 145 kilómetros de distancia de la base, se hallaron los
restos del Mustang y del piloto. Otras fuentes extraoficiales ampliaron
posteriormente la transmisión por radio que hizo el capitán Mantell poco antes
de perder el control de su avión. Según estas fuentes el oficial, presa de una
gran excitación, exclamó:
--“... Ahora vuelo en paralelo junto a él.....¡Dios mío, veo unas
escotillas en la parte superior, con forma de ventanas....! ¡ hay un tripulante que me mira....parece una
criatura humana como nosotros....su rostro es idéntico al nuestro.....creo que
me hace señas con la mano...!”
Estas habrían sido sus últimas
palabras antes de que su avión cayese a tierra matando al piloto. La
explicación oficial, como siempre, fue tergiversada y se dijo que el capitán
Thomas Mantell había confundido al planeta Venus con un Ovni y al ascender por
encima de los 6000 metros sin el equipo de oxígeno necesario (el P51 era capaz
de superar los 12.000 metros) se había producido el efecto llamado “blacking
out” (velo negro) por anorexia, al sobrepasar esa altura y carecer de
suficiente oxígeno para respirar (recordemos que al tratarse de un vuelo
rutinario la escuadrilla no llevaba en esos momentos el equipo para vuelo a gran
altura). Otras versiones dijeron que los
pilotos confundieron un globo Skyhook,
con un platillo volante. Estos aeróstatos eran habitualmente utilizados por la
Marina, para realizar estudios sobre los rayos cósmicos,
Cabría preguntarse también si es
posible que estos globos pudieran ascender y volar a la misma velocidad del
Mustang (casi 700 km/hora), y también si el planeta Venus en ese momento de
unos 70 metros de diámetro, podría haber “entrado” en la atmósfera terrestre
sin producir ningún efecto cósmico adverso sobre la vertical de Fort Knox, ser
visto y confundido por un Ovni de aspecto metálico por una multitud de gente,
entre los que había policías y militares,
reflejar un fuerte eco radárico, y “huir” de la persecución de unos
cazas a gran velocidad, mostrando seres de apariencia
humana en una de sus escotillas y provocando indirectamente el mortal
accidente del avión. En verdad que todas estas comunicaciones oficiales acerca
de las causas del accidente, deberían ser recopiladas en una antología del disparate.