FÁTIMA: LAS IMÁGENES OCULTAS DE UN EXTRAÑO SUCESO



Uno de los reporteros más prestigiosos de Portugal en aquellos años, captó unas inusitadas imágenes que revelan parte de la verdad de todo cuanto aconteció

Joshua Benoliel
13 de octubre de 1917. Entre los miles de personas que abarrotan los alrededores de los campos de Cova de Iría, hay un fotógrafo dispuesto a recoger en imágenes todo cuanto pueda suceder en una jornada que se presenta interesante, a juzgar por la repercusión que ha tenido un anunciado y misterioso evento que está por ocurrir y que en los meses anteriores ha ido recorriendo el país de boca en boca y por medio de la prensa, de norte a sur. El día es lluvioso y desapacible, pero las noticias anunciadas dicen que unos niños, unos pastorcillos que son naturales de aquel perdido lugar, han tenido unos prodigiosos encuentros con extraños seres celestes y auguran que ese 13 de octubre será especial. Este profesional de la imagen, de gran prestigio en Portugal, es Joshua Benoliel, un afamado reportero de origen judío que había nacido en Lisboa  aunque su familia había emigrado desde Gibraltar. Benoliel capta sus imágenes para diversos medios de comunicación como pocos saben hacerlo y tiene una gran experiencia profesional, siendo de hecho uno de los pioneros del reportaje documental; acompañó a los monarcas lusos en sus viajes oficiales antes de que el país fuera una República y ha estado también en los campos de batalla de la Gran Guerra, entre el dolor y la sangre que en esos tiempos asola los campos de Europa, fotografiando a los soldados portugueses que combaten en ella.

Pero ese 13 de octubre se encuentra en su tierra, en los encinares de Fátima, dispuesto a ser testigo gráfico de un desconocido episodio del que ignora su desenlace, aunque intuye que algo importante debe ser cuando miles de personas han hecho acto de presencia, llegando desde todos los rincones del país. Intenta calcular el número de asistentes, pero es imposible. ¿diez mil, veinte mil, cincuenta mil…? Prepara sus herramientas de trabajo y espera. A mediodía una fina y pertinaz llovizna sigue empapando los campos. La gente despliega sus paraguas en los momentos que arrecia el aguacero y una impresionante mancha oscura parece ennegrecerlo todo. Por fin, en un momento determinado, un extraño resplandor parece abrirse camino entre la capa de nubes. Comienza el público a agitarse e intenta acercarse a los niños protagonistas, los pastorcillos, que quedan lejos, arropados por miles de personas que se arremolinan cerca de ellos y a los que es imposible llegar. Solo puede fotografiar a las gentes que extasiadas o temerosas alzan la vista hacia aquellos dos discos plateados, como de metal pulido, brillantes y luminosos, que evolucionan sobre la vertical del paraje. Sus movimientos son extraños, inquietantes e inusitados. Uno de ellos parece desplomarse en “zig-zag” desde las alturas, emitiendo unas luces irisadas de colores vivos y brillantes: rojos, azules, amarillos y violeta que atemorizan a las gentes y hacen huir despavoridos a muchos. En una de las tomas capta un extraño objeto circular que queda al borde de la imagen. En otro disparo fotografía una enigmática estela de humo que acaba de describir un giro  ¡¡ en un perfecto ángulo recto de 90º !! en otro intenta captar aquella especie de sol que parece girar locamente sobre sí mismo. El desconcierto es total: unos rezan o gimen, otros lloran, algunos quedan mudos por el pánico, aquellos se alejan corriendo…

(Nótese el detalle superior de la izquierda)
Él ha registrado una colección de placas que habrá de revelar con todo cuidado para no perder detalle, pero algunas de las tomas han resultado fallidas, probablemente. La velocidad de desplazamiento, sus movimientos evolutivos y la naturaleza de esos misteriosos discos luminosos que sobrevuelan los cielos encapotados de Cova de Iría son algo realmente impresionante incluso para un reportero tan experimentado como él y acostumbrado a situaciones difíciles y peligrosas, fotografiando acciones de combate bajo un intenso bombardeo artillero. Poco después, tras un tiempo que parece una eternidad, acaba todo. Los discos luminosos se alejan entre las brumas del celaje nublado y las gentes empiezan a abandonar el lugar. Joshua Benoliel está confuso, como la inmensa mayoría de los espectadores. Pero se impone su gran profesionalidad, recoge con sumo cuidado el equipo fotográfico y se marcha. Muchas de sus fotos serán publicadas  en los días siguientes en los más prestigiosos periódicos portugueses, en el diario O Século, en el lisboeta O Dia, en la Ilustraçao Portugueza. Y ahí quedará para la Historia el testimonio gráfico de uno de los episodios más misteriosos y enigmáticos a los que ha asistido nunca.

La falsa imagen publicada en L'Observatore Romano en 1951
En el año 1951 el órgano oficial del Vaticano, L’Observatore Romano, publicó una imagen de los supuestos “soles” de Fátima. Pero esa imagen es falsa, aunque muchos pretendieron hacerla pasar por auténtica y aún lo intentan. En realidad se trata de la imagen de un atardecer hecha por el dueño de una finca cercana a Fátima, en el año 1925. A la muerte de este hombre, sus hijos intentaron venderla como verdadera conociendo la repercusión del caso y quizá obtuvieran por ella un sustancioso beneficio. Sin embargo la colección de placas negativas que impresionó Benoliel fueron vendidas  al Santuario de Fátima por sus herederos, tras su muerte ocurrida en 1932 a los 59 años, donde quedaron depositadas junto a la primera documentación escrita, esto es,  las Actas que reflejaron las primeras declaraciones de los niños. Tras la caída de la República por un golpe militar en 1926 se implantó el Estado Novo de Oliveira Salazar, una dictadura de corte nacional-católico que junto con la Iglesia, convirtieron pronto el misterioso suceso en una aparición mariana. Así conseguían varios propósitos, elevar el grado de religiosidad de las gentes, solucionar un enigma incomprensible y abrir un lugar de culto que sería económicamente muy rentable. Varias décadas después, unos investigadores portugueses, haciendo gala de gran inteligencia y astucia, consiguieron acceder a todo el contenido del Archivo y reproducir parte del material (gráfico y documental) allí conservado. El resto aún permanecerá posiblemente en el Santuario de Fátima, si es que los adelantos de la Ciencia y la comprensión que hoy tenemos de esos misteriosos objetos en el cielo, no han disuadido a los responsables de la institución a destruir unas pruebas tan evidentes que ponen en tela de juicio los hechos que hoy se conocen como Milagro de Fátima y la evidencia de que todo cuanto allí pudo suceder en 1917 fue un auténtico encuentro de tercer tipo con entidades ajenas a nuestro mundo, un hecho que poco tiene que ver con la casuística mariana.