CAPITULO 8º: LA BISABUELA QUE JAVIER NUNCA HABIA CONOCIDO

¿Es la ECM una auténtica experiencia sobrenatural al otro lado de la vida? 


 La década de los años 60 en España se caracterizó por un notable progreso de la economía que afectó a todas las capas sociales, especialmente a partir de su segunda mitad. A ello contribuyó el turismo internacional, la emigración, el desarrollo de los transportes y otra serie de factores como los bajos costes energéticos y alimentarios o las inversiones extranjeras. Fueron años de notable crecimiento y las clases populares pudieron conseguir una serie de bienes de consumo a los que nunca antes habían podido acceder. Javier, con 21 años recién cumplidos, preparó ilusionado el examen para obtener el permiso de conducir. Había encontrado trabajo, ganaba un sueldo razonable para la época y tenía la oferta de un vecino que le vendía en muy buen estado uno de aquellos SEAT 850 que, junto al popular 600, llenaban las carreteras españolas. El día que recibió el permiso de conducir salió a celebrarlo con unos amigos recorriendo algunos bares en distintas poblaciones. Finalmente decidieron ir a un conocido Mesón donde cenarían dando por terminada así la ronda. Hasta ese momento todo marchaba bien; nadie se había pasado con el alcohol y varios amigos se turnaron en la conducción del vehículo que funcionaba de maravilla. Acabada la cena tomaron unos cafés y se dispusieron a regresar al pueblo; el trayecto era de apenas 15 kilómetros y el asfalto de la carretera estaba en unas condiciones aceptables.




Aproximadamente a la mitad del camino de regreso, en una curva cerrada, un vehículo que venía en sentido contrario invadió la calzada izquierda. Javier hubo de dar un golpe de volante para esquivar la colisión; el 850 derrapó y cayó por un pequeño desnivel hasta chocar contra uno de los árboles de un plantío cercano a la carretera. Los compañeros de Javier salieron por su propio pie del vehículo con algunas magulladuras, pero éste quedó inconsciente sobre el volante. En aquellos años el uso del cinturón de seguridad era aconsejable por las autoridades y prácticamente ninguno de los ocupantes lo llevaba puesto. Llamaron a una ambulancia desde un domicilio cercano y cuando llegaron los sanitarios, Javier estaba en parada cardíaca. Rápidamente le subieron a la ambulancia en dirección al Hospital más cercano, mientras intentaban reanimarle.

Estuvo en coma varios días hasta que progresivamente fue recuperándose. Las heridas no eran muy graves (tenía solo algunas costillas rotas) pero el golpe contra el volante le había producido la parada cardio-respiratoria. Finalmente gracias a los cuidados médicos y hospitalarios superó aquel primer accidente y pronto se recuperó del todo. Sin embargo sus padres, familiares cercanos y amigos comenzaron a notar un significativo cambio en su conducta que, sin embargo, les pareció hasta cierto punto normal tras la grave experiencia vivida. Pero Javier se volvió poco a poco muy religioso y su carácter alegre se tornó reservado y taciturno; con bastante frecuencia se aislaba de todos y pasaba las horas con la mirada perdida, como estuviese inmerso en un acto de sublime meditación. Para todos cuantos le conocían era evidente que aquel suceso había cambiado su vida, aunque la gravedad del accidente fuese relativa. Los amigos intentaban que todo volviera a la normalidad y le invitaban a fiestas, viajes y otras actividades propias de los jóvenes, pero Javier seguía inmerso en una especie de bola de cristal. Apenas hablaba de todo cuanto íntimamente le agobiaba y nunca contó nada a las personas más cercanas.

 Pasaron los años. Un día de verano la familia hizo un viaje a la provincia de Barcelona para visitar a unos familiares y Javier les acompañó. La hermana de su madre estaba aquejada de una seria enfermedad y querían pasar unas cortas vacaciones con ella; pensaron que si moría al menos les quedaría un recuerdo reciente. Una tarde Javier y su tía enferma quedaron solos en casa mientras los demás salieron de compras. Hablaron largamente sobre aspectos trascendentales de la vida y la muerte, sobre Dios y las creencias religiosas. En un momento de la conversación ella le mostró a Javier un viejo álbum de recuerdos familiares. Muchas fotografías eran imágenes de sus antepasados, gente a la que él no había podido conocer por su edad, sin embargo al llegar a uno de los retratos, que ya amarilleaba por el tiempo, el joven señaló e identificó a una anciana que aparecía en un grupo y vestía uno de aquellos trajes muy antiguos, de época.

 --Tía Luisa, esta es la bisabuela Enriqueta ¿Verdad?

--Sí, era mi abuela y también la de tu madre y, por supuesto, tu bisabuela. Pero… ¿cómo es posible que la conozcas si esta es la única fotografía que existe de ella y murió sesenta años antes de nacer tú? –le preguntó vivamente sorprendida.

--¡Porque la vi junto a los abuelos, el tío Fernando y el primo Luis, un poco antes de volver yo a la vida!

--¿Qué…?

--Sí, estaba con ellos a la entrada del túnel luminoso, esperándome. Les vi como te veo a ti en estos momentos, un poco antes de que me ordenaran regresar…

Y fue en ese momento cuando Javier, seis años después, contó por primera vez la sublime experiencia que tuvo el día del accidente después de estar unas horas prácticamente muerto… al otro lado de la frontera que separa la vida del más allá.