Capítulo 13: UNA TRAGEDIA REVIVIDA

¿Cómo es posible que Beatriz pudiese implicarse físicamente en un rescate de víctimas que ocurrió a casi 2.000 kilómetros de distancia?

 La tarde del 27 de marzo de 1977 una espesa niebla cubría el aeropuerto de Los Rodeos en Tenerife (Islas Canarias). Dos aviones Boeing 747, procedentes de Holanda y EE.UU, respectivamente, iban a sufrir una colisión mientras rodaban por la pista de despegue. La tragedia se saldaría con la pérdida de 583 vidas humanas y sería el accidente más terrible en toda la historia de la aviación por el elevado número de víctimas mortales. En principio estaba previsto que ambas aeronaves aterrizaran y reanudaran sus correspondientes vuelos desde el aeropuerto internacional de la isla de Gran Canaria, pero una organización separatista que actuaba entonces en el archipiélago (el MPAIAC) había hecho explotar un artefacto en su terminal y posteriormente, el mismo día, alertó de otra amenaza de bomba por lo que este aeropuerto fue cerrado durante unas horas y gran parte del tráfico aéreo desviado al de Los Rodeos, situado en la zona de San Cristóbal de La Laguna, al norte de Tenerife.


Pasadas las cinco de la tarde ocurrió la tragedia en medio de una espesa niebla que había retrasado la salida de varios vuelos, entre ellos los dos implicados en la catástrofe: el KLM 4805 de esta compañía holandesa y el vuelo PAA 1736 de la PAN AM estadounidense. La noticia tuvo una gran repercusión a todos los niveles en prensa, radio y televisión y la inmensa mayoría de noticiarios del mundo se hicieron eco de ella, dada su magnitud. Beatriz trabajaba como enfermera por turnos en un hospital pero en esos días se encontraba en el domicilio familiar con la baja laboral por enfermedad; sufría un fuerte catarro del que se iba recuperando progresivamente. La noticia y las imágenes que ofrecía la televisión la dejaron horrorizada como a tantas personas a lo largo y ancho del mundo.

Aquel día, antes de irse a la cama, tomó un tranquilizante para dormir. Como profesional del ámbito sanitario imaginaba los sentimientos de sus compañeros de profesión ante la magnitud de la tragedia, trabajando entre tantos cientos de heridos y, sobre todo, cuerpos destrozados y carbonizados sobre la pista del aeropuerto canario. Aquella noche tuvo una especie de pesadilla, un sueño lúcido como ella lo definió que parecía real. Se vio a sí misma en medio del horror ayudando a los equipos de rescate y sanitarios, intentando recuperar cuerpos, trasladando heridos y echando en bolsas de plástico los restos humanos esparcidos tras el pavoroso accidente. Fue una larga noche cargada de imágenes tenebrosas y zozobra. A la mañana siguiente despertó como aturdida. Apenas abrió los ojos pudo ver la luz del sol penetrando por la ventana y la voz de su madre que traía unos medicamentos y un café con leche.

 --He tenido un sueño terrible, mamá. He soñado que estaba en Canarias, rescatando víctimas del accidente aéreo. Ha sido como una pesadilla…

Su madre, nada más dejar la bandeja sobre la mesita de noche, quedó petrificada mirándola fijamente y sin poder articular palabra.

--¿Te ocurre algo, mamá…? ¡Estás pálida! –le preguntó Beatriz muy extrañada.

--¡¡Hija, tus manos…!! ¿Qué te ha pasado? –acertó a decir la madre desconcertada.

Beatriz bajó la mirada y observó que sus manos y dedos estaban manchados de sangre ya reseca y también tenía algunas salpicaduras en el rostro, como pequeñas gotas. Parecía como si hubiese estado entre aquella vorágine de cuerpos mutilados, esparcidos por doquier, que debieron ser los minutos siguientes al brutal accidente. ¿Cómo era posible, si no se movió físicamente de casa? ¿Había tenido una imposible presencia en Los Rodeos? Era del todo inaceptable ese planteamiento, sin embargo ¿de dónde procedía esa sangre, si ella no tenía la menor herida en su cuerpo ni le había sangrado la nariz? La sorpresa dio paso al estupor y volvió a recordar el sueño que había tenido, un sueño tan real que casi hubiera jurado que estuvo físicamente en el aeropuerto canario durante el rescate de las víctimas…

(Beatriz pasó los siguientes meses consternada por aquel misterioso sueño que tan lúcidamente había vivido. Los escasos compañeros que conocieron el caso intentaron darle una explicación razonable pero ninguna tenía lógica ni era convincente. La obsesión fue tan fuerte que, incluso, pensó en someterse a una sesión de hipnosis regresiva. Al final desistió porque tenía miedo a conocer la verdad. Una verdad que, posiblemente, hubiese cambiado su vida para siempre)