¿Qué misterioso planeta o estructura artificial gira en torno a la estrella KIC-8462852?

Descubierta por el telescopio espacial Kepler, la estrella se encuentra a 1.500 años/luz de la Tierra. No se descarta que en uno de sus planetas exista una civilización alienígena altamente desarrollada 

 La noticia ha causado una gran repercusión en buena parte de la comunidad científica internacional. Una estrella muy lejana, a la que han denominado KIC-8462852, podría albergar en su sistema solar una civilización tan desarrollada que habría podido construir una especie de huerto solar espacial de dimensiones cósmicas. Los astrónomos estiman que puede haber otra explicación lógica y mucho más ajustada a la realidad, pero la existencia de esta civilización no se descarta en absoluto; el revuelo causado por sus extrañas características ha provocado que los astrónomos utilicen un concepto que es todavía un tabú para ellos: civilización extraterrestre. O dicho en otras palabras: alienígenas. Todo comenzó a partir del año 2009 cuando el telescopio espacial Kepler de la NASA comenzó a rastrear las casi 150.000 estrellas observables existentes en un sector de cielo de unos 100 grados cuadrados, o lo que es igual: un 0,25% de todo el espacio. El telescopio Kepler fue puesto en órbita, precisamente, para cazar planetas ya que su misión consiste en vigilar las estrellas durante largo tiempo con el fin de detectar si en algún momento su luz disminuye ligeramente, un hecho que delataría el tránsito de un planeta frente a ella. Este tránsito disminuiría la luz de este “Sol” apenas un 1%, pero Kepler es lo suficientemente sensible para detectar estas minúsculas variaciones.


En 2013, después de cuatro años de observación y más de mil planetas hallados y confirmados, una de las estrellas llamó la atención de los científicos y de los voluntarios del proyecto Planet Hunters, que revisan los datos del Kepler cuando se precisa una valoración científica. La estrella, designada oficialmente KIC 8462852 se encuentra a 1.500 años luz de nosotros y se pudo observar que ofrecía una anomalía única entre las decenas de miles que ya se han analizado. En lugar de un breve bloqueo repetido con regularidad, la luz de la estrella se reducía hasta en un 22% y de manera no periódica. La astrónoma de la Universidad de Yale, T. Boyajian, responsable del hallazgo, sabía que era imposible atribuir este fenómeno al tránsito de un planeta, por lo que hubo de aceptar que se encontraba ante un fenómeno inexplicable. Boyajian mostró sus resultados en 2014 a Jason Wright, un astrofísico especialista durante un seminario científico en el Centro de Exoplanetas y Mundos Habitables de la Universidad Estatal de Pensilvania.

Este especialista determinó que la estrella se comportaba de forma extraña apuntando la posibilidad de que fuese una estrella joven rodeada de polvo cósmico o restos de cometas que interfirieran su luz, pero fue descartado por la ausencia de fuertes señales de luz infrarroja y porque su movimiento es más rápido que el de una estrella que se hubiese formado recientemente. Ante esta confusa evidencia, el astrofísico se puso en contacto con Andrew Siemion, del Centro de Investigación SETI (Búsqueda de Inteligencia Extraterrestre) de Berkeley. Al principio se mostró escéptico, pero al conocer los datos puso en marcha una propuesta para buscar posibles señales de radio procedentes de KIC 8462852 con el radiotelescopio de Green Bank, adscrito al programa. El problema que ahora se plantea la comunidad científica y los especialistas es que no pueden negar tajantemente, ni con pruebas, que esas altas interferencias en la emisión de luz de la estrella no puedan ser provocadas por una infraestructura artificial construida por seres inteligentes, con la finalidad de explotar los recursos energéticos de su propia estrella o incluso de toda su galaxia; serían como una especie de paneles solares gigantescos y por lo tanto deben seguir estudiando detenidamente todos los datos que el telescopio Kepler pueda facilitar para descifrar el enigma.

Tampoco debemos ignorar la astronómica distancia física de la que ese cuerpo celeste se encuentra con respecto a nosotros. La KIC-8462852 está a 1.500 años luz. Esto quiere decir que ese fenómeno ahora observado se produjo hace 1.500 años, o si lo preferimos, aconteció aproximadamente entre los años 509-513 de nuestra Era y por lo tanto no sabemos si esa probable civilización alien será hoy la misma que construyó la hipotética megaestructura, si habrá avanzado mucho más en su carrera tecnológica o si, por el contrario, habrá desaparecido en estos últimos 15 siglos. Exactamente igual ocurre si cualquiera de los radiotelescopios del proyecto SETI lograse captar señales de radio “inteligentes” procedentes de ese hipotético mundo: estaríamos recibiendo sus mensajes 1.500 años después y, aún pudiéndolos descifrar y contestarlos, nuestra respuesta tardaría otros 1.500 años en llegar a ellos , cuando nuestra generación ya haya pasado a la Historia. Evidentemente la barrera del tiempo y el espacio es un factor determinante en este tipo de contactos interestelares. Sin embargo sería fantástico poder certificar, a ciencia cierta y sin ninguna duda, que se cumple y confirma el ya viejo sueño de la Humanidad: QUE NO ESTAMOS SOLOS EN EL UNIVERSO.